Las horas de Dodi Lukebakio en Sevilla están contadas. Mientras llega su adiós, porque es muy difícil pensar que seguirá en el conjunto hispalense la próxima temporada, el extremo belga se ha empeñado en echarse el equipo a la espalda y luchar contra la mediocridad de los de García Pimienta. Él se bastó para reventar el plan de un gran Rayo, que dominó, arrolló por momentos a su rival y materializó su superioridad con un golazo de Ratiu. Todo se fue al limbo cuando apareció la calidad del belga, el único jugador top con el que cuenta el Sevilla hoy en día.
Solo a través de su capacidad para marcar diferencias se entiende que el Sevilla no saliese noqueado de Vallecas. Además de la exhibición de Nyland, claro. Porque el portero noruego se desquitó de su error en la pasada jornada ante el Mallorca y donde antes quitó dos puntos a los suyos, hoy sumó uno.
Se preguntará el Rayo dónde estuvo el error para no salir hoy con las aspiraciones europeas más que aseguradas. Los de Iñigo son, sin ninguna duda, la gran revelación de esta Liga. Y lo volvieron a demostrar superando en todas las facetas del juego a un pobre Sevilla. Sometieron a los de Pimienta de principio a fin, pero no fue suficiente. La pegada, en estos casos, es un plus con el que el Rayo no cuenta. Huérfano de un delantero de garantías. Y eso puede acabar resultando decisivo para cumplir los objetivos más ambiciosos.
Fue el Rayo, eso sí, de siempre. Rápido, vertical, con carácter. Intenso en la presión, lo que condenó al Sevilla a deambular en un partido al que nunca dio sensación de poder engancharse. Se mantuvo con las paradas de Nyland, que sacó un gol cantado a un errático Nteka y le ganó un mano a mano a Trejo. Avisó también Kike Salas de cabeza en lo que fue la única ocasión clara del Sevilla en todo el partido.
Aguantaron los hispalenses hasta el descanso pero el paso por vestuarios desató la inspiración de Ratiu, uno de los mejores ejemplos del salto de calidad que ha dado este Rayo. El rumano la puso en la escuadra y el trabajo parecía hecho. Por la seguridad que transmitía el equipo de Iñigo Pérez y la nula respuesta de su rival.
Pero el Rayo dejó el encuentro vivo y no contaba con Lukebakio, acostumbrado a buscarse la vida sin depender de nadie más. Cuando en Vallecas algunos ya desentumecían el culo del asiento para irse a casa, apareció el belga. Recogió un balón en la banda, salió hacia dentro y soltó un precioso disparo con rosca para superar la estirada de Batalla.
Todavía tuvo tiempo el Rayo para creer en la victoria con un disparo lejano de Lejeune que, previo toque de Nyland, acabó estrellándose en el larguero. Fue la constatación de que el empate que el Sevilla se llevaba a la capital hispalense era poco menos que un milagro. Necesitará muchos, eso sí, para creer en un futuro europeo a corto plazo.