América y Toluca se cuidaron demasiado en el partido de ida de la final del Clausura 2025 en México. El campeón de la Liga MX se conocerá el domingo en La Bombonera. / Getty Images
El posible tetracampeonato del América se mantuvo en pausa. Una espera de 90 minutos que silenció las emociones en el estadio de la Ciudad de los Deportes. Un 0-0 que propició el bostezo en un estadio vestido de amarillo y que recordó el resultado de la única final que enfrentaron América y Toluca en la temporada 70-71.
Fue un primer tiempo templado. Frío. Así lo marcaba el termómetro y así rodó el balón en el campo del estadio. El juego comenzó con dos equipos que se neutralizaron, que midieron fuerzas casi en igualdad de circunstancias.
América empujó y Toluca contragolpeó como un látigo. Así se construyeron las pocas sensaciones de peligro en la primera mitad. Las Águilas, siempre precavidas, cuidadosas de no atacar con más de cuatro elementos, mientras los visitantes, sin Paulinho ni Héctor Herrera, parecieron tener muy en claro un objetivo prioritario: volver ilesos a casa.
En estas condiciones, poco se podía elaborar hacia el frente. El reciente virtuosismo de Alexis Vega se perdió entre las líneas amarillas, sin la compañía del portugués. Fue un alma errante y sin rumbo entre las líneas amarillas. La maquinaria ofensiva del América se ahogaba entre tanto rojo, olvidado de atacar y muy concentrado en cerrar caminos. El estadio tenía pocos estímulos para reaccionar.
Cuando terminaba el primer tiempo la porra americanista se aferraba al santo que más milagros ha cumplido en los últimos años con un “¡Dale, dale, dale, dale André!”, “¡Dale, dale, dale, dale André!”.
El América ha hecho un nido provisional en la colonia Nápoles. El estadio amarillo se siente familiar cuando canta a toda garganta: “¡Águilas!”
También en las áreas técnicas todo se mantuvo en calma. André Jardine y Antonio Mohamed, dos de los técnicos más exitosos del futbol actual, se mantenían ecuánimes, tal vez ciertos de que en esta velada ninguno sorprendió al otro. Ambos buscan su cuarto título y lo hacían dando instrucciones con tranquilidad a sus jugadores.
Hicieron ajustes rumbo al segundo tiempo, pero todo se mantuvo igual. Nadie encontraba cómo abrir el candado rival.
Cuando no había respuestas, Jardine sacó al capitán Henry Martin y metió al Búfalo Aguirre, que desperdició una oportunidad clara frente al arco. Ahí se selló el destino de este primer encare.
Fue de lo poco que emocionó. Cuando sonó el silbato que finalizaba el partido, el abucheo fue generalizado. Mucha expectativa, ninguna recompensa; la ingratitud que suelen entregar los partidos de ida en las finales.
En el aire frío quedaron solo dudas. Todos saben que el título se definirá el domingo en territorio rojo. Ahí se definirá este ajedrez cuyas piezas ya mueven Jardine y Mohamed. El suspenso queda intacto.
Published 10 Hours Ago|Modified 1:10 AM EDT